sábado, 2 de mayo de 2009

El desierto de los Tártaros

Cuando muere un anciano
arde una biblioteca.

Hace 3 años murió Ferro Gay. Luego de leernos a Carlo Levi, para las últimas semanas del semestre dejó pendiente una novela de Dino Buzzati: El desierto de los Tártaros (Il deserto dei Tartari). Debo a Editorial Gadir la fortuna de haberla hallado hace un mes en uno de los lugares que menos habría imaginado: la librería de un aeropuerto. Fortuna también que la edición lleva un prólogo de Jorge Luis Borges, quien escribió sobre la obra de Buzzati: "En estas páginas el desierto es real y es simbólico. Está vacío y el héroe espera muchedumbres".
Efectivamente, Giovanni Drogo, el protagonista, se abandona a una Fortaleza en medio de la nada, pensando que
Del desierto septentrional debía llegar su fortuna, la aventura, la hora milagrosa que al menos una vez toca a cada cual. Para aquella eventualidad vaga, que parecía volverse cada vez más incierta con el tiempo, hombres hechos y derechos consumían allí arriba la mejor parte de la vida.

Ferro murió el 2 de mayo. Aún tengo las grabaciones de sus clases. En enero, dando la introducción del curso, claramente nos advirtió que dicha novela
Representa el problema del ideal... ¿qué es lo que vale realmente en la vida? Porque uno de joven ve muchas cosas... las considera valiosas... se quiere dedicar a ellas, en el mejor de los casos, pero cuando se alcanzan o cuando se está cerca de alcanzar ve uno que todo fue inútil... y en esto también soy un testigo histórico porque mi edad lo amerita.

Así, las líneas de Buzzati, la tentadora invitación de Borges a su lectura, la desidia de Drogo, la voz de Ferro... tras todo ello se entiende que lo mejor no está más adelante. Lo mejor es lo que dejamos de hacer.