sábado, 13 de diciembre de 2008

El jorobado


Uno aprende a querer lo aviones. A veces muerden, a veces magullan, a veces respiran, a veces resongan y se "echan", a veces se mueven como si fueran de papel. Otras veces el avión le gana a los aviadores. Pero cuando son una segunda casa, uno aprende a entenderlos (no tanto como quisiera) y se llega incluso a encariñar con ellos. Distinguir unos de otros se vuelve un reto. El aliado es el avión, el enemigo son las manos de estómago de los pasajeros. "Señor, no golpée la sombrerera, por favor". "Su equipaje está muy grande". "Esa luz de lectura no se mueve, encienda la de su lado". "La mesita no es para llevar a casa". "Esos respaldos no reclinan porque obstruirían su salida de emergencia". "No derrame líquidos, por favor". "Apague el celular, puede afectar los sistemas de navegación". "El vómito va en las bolsitas de mareo". "Qué terquedad de 'resetearlo' y 'resetearlo', me duele como si fuera yo la computadora".

Y uno que estaba peleado con el mundo de las comunicaciones, aprende a reconciliarse. Borges confesaba: "Soy ignorante respecto de las cosas más elementales; puedo utilizar un teléfono o tomar un auto, pero no tengo ninguna idea, ninguna noción sobre la manera en que se fabrican o funcionan" (Borges ante el espejo); mientras Ferro reprochaba: "La sociedad tecnocrática ha devorado todos los sistemas y ha sustituido al hombre con la máquina, no en el sentido de que ésta pueda hacer mejor las cosas, sino porque se han reducido todas las cosas a lo que la máquina puede hacer" (Lo divino en lo humano). Siempre compartí la ignorancia de Borges y el reproche de Ferro. Siempre me sentí un parásito tecnológicamente hablando, y sólo cuando decidí involucrarme en el aeromundo fue que entendí bien a bien qué tiene que pasar para que un vehículo más pesado que el aire, vuele. A cada oportunidad, me acerco a la cabina de mando, escucho las alarmas cuando los pilotos están haciendo sus pruebas, y eso me basta para sacarme una sonrisa de oreja a oreja.

La misma sonrisa que tuve al recibir esta foto. Un 747 (Jumbo) de noche... con su lámpara natural. Parece un animal durmiendo. Yo le digo "El Jorobado" porque donde termina su segundo piso, justo ahí el fuselaje adquiere forma de camello. Sus cuatro motores... su enormidad... sus puertas... sus tripulaciones cuando es el caso de British... No que no quiera al Embraer 190 de Aeroméxico o a mis mosquitos... pero frente al Jumbo podría pasarme las horas contemplándolo... y reconciliándome.

martes, 22 de julio de 2008

Una más por los aigres...


Ayer por la mañana llevamos como pasajera a la mismísima Ma. Amparo C.
No puedo negarlo: algo entre mucha nostalgia y risa me dio el verme ahora del otro lado y no sentada con libro en mano, concentradísima en la lectura y no en cuántos vasos tequileros para la botana se les olvidó subirme a los de Aerococina...

Como los de Clase Premier pagan el doble o triple por viajar, inmediatamente después de que se sientan se les tiene que ofrecer una "bebida de cortesía", que consiste (antes de las 11:oo horas) en JUGO DE NARANJA, JUGO DE MANJANA (diría el buen Peje) o AGUA. Y después de las 11:00 horas lo único que cambia es el JUGO DE MANJANA por ESCOCÉS. Era un vuelo Zihuatanejo-México.

C. Ananás (chíchara 2).- "Buen día, ¿le ofrezco algo de tomar?"
Pasajera al lado de M.A.C.- "Agua, gracias."
M.A.C.- Con movimientos faciales de "¡No, déjame instalarme y leer a gusto!"
Mente de C. Ananás.- "Ta' bueno, ni quién quiera empezar a escuchar sus infinitas elucubraciones con su tema de toda la vida sobre cada una de las iniciativas presentadas ante el Congreso desde no sé cuántos años atrás, que bien sé me podría recitar de memoria en este mismo instante, sumadas al choro de la necesidad de salvar a las instituciones mexicanas..."

Je. Sí, lo acepto, a veces quisiera regresarme a la Historia con todo y sus elucubraciones. Pero luego pienso en el mundo de higaditos que se cuelan entre sus filas y... prefiero los aviones :)