
Uno aprende a querer lo aviones. A veces muerden, a veces magullan, a veces respiran, a veces resongan y se "echan", a veces se mueven como si fueran de papel. Otras veces el avión le gana a los aviadores. Pero cuando son una segunda casa, uno aprende a entenderlos (no tanto como quisiera) y se llega incluso a encariñar con ellos. Distinguir unos de otros se vuelve un reto. El aliado es el avión, el enemigo son las manos de estómago de los pasajeros. "Señor, no golpée la sombrerera, por favor". "Su equipaje está muy grande". "Esa luz de lectura no se mueve, encienda la de su lado". "La mesita no es para llevar a casa". "Esos respaldos no reclinan porque obstruirían su salida de emergencia". "No derrame líquidos, por favor". "Apague el celular, puede afectar los sistemas de navegación". "El vómito va en las bolsitas de mareo". "Qué terquedad de 'resetearlo' y 'resetearlo', me duele como si fuera yo la computadora".
Y uno que estaba peleado con el mundo de las comunicaciones, aprende a reconciliarse. Borges confesaba: "Soy ignorante respecto de las cosas más elementales; puedo utilizar un teléfono o tomar un auto, pero no tengo ninguna idea, ninguna noción sobre la manera en que se fabrican o funcionan" (Borges ante el espejo); mientras Ferro reprochaba: "La sociedad tecnocrática ha devorado todos los sistemas y ha sustituido al hombre con la máquina, no en el sentido de que ésta pueda hacer mejor las cosas, sino porque se han reducido todas las cosas a lo que la máquina puede hacer" (Lo divino en lo humano). Siempre compartí la ignorancia de Borges y el reproche de Ferro. Siempre me sentí un parásito tecnológicamente hablando, y sólo cuando decidí involucrarme en el aeromundo fue que entendí bien a bien qué tiene que pasar para que un vehículo más pesado que el aire, vuele. A cada oportunidad, me acerco a la cabina de mando, escucho las alarmas cuando los pilotos están haciendo sus pruebas, y eso me basta para sacarme una sonrisa de oreja a oreja.
La misma sonrisa que tuve al recibir esta foto. Un 747 (Jumbo) de noche... con su lámpara natural. Parece un animal durmiendo. Yo le digo "El Jorobado" porque donde termina su segundo piso, justo ahí el fuselaje adquiere forma de camello. Sus cuatro motores... su enormidad... sus puertas... sus tripulaciones cuando es el caso de British... No que no quiera al Embraer 190 de Aeroméxico o a mis mosquitos... pero frente al Jumbo podría pasarme las horas contemplándolo... y reconciliándome.
Y uno que estaba peleado con el mundo de las comunicaciones, aprende a reconciliarse. Borges confesaba: "Soy ignorante respecto de las cosas más elementales; puedo utilizar un teléfono o tomar un auto, pero no tengo ninguna idea, ninguna noción sobre la manera en que se fabrican o funcionan" (Borges ante el espejo); mientras Ferro reprochaba: "La sociedad tecnocrática ha devorado todos los sistemas y ha sustituido al hombre con la máquina, no en el sentido de que ésta pueda hacer mejor las cosas, sino porque se han reducido todas las cosas a lo que la máquina puede hacer" (Lo divino en lo humano). Siempre compartí la ignorancia de Borges y el reproche de Ferro. Siempre me sentí un parásito tecnológicamente hablando, y sólo cuando decidí involucrarme en el aeromundo fue que entendí bien a bien qué tiene que pasar para que un vehículo más pesado que el aire, vuele. A cada oportunidad, me acerco a la cabina de mando, escucho las alarmas cuando los pilotos están haciendo sus pruebas, y eso me basta para sacarme una sonrisa de oreja a oreja.
La misma sonrisa que tuve al recibir esta foto. Un 747 (Jumbo) de noche... con su lámpara natural. Parece un animal durmiendo. Yo le digo "El Jorobado" porque donde termina su segundo piso, justo ahí el fuselaje adquiere forma de camello. Sus cuatro motores... su enormidad... sus puertas... sus tripulaciones cuando es el caso de British... No que no quiera al Embraer 190 de Aeroméxico o a mis mosquitos... pero frente al Jumbo podría pasarme las horas contemplándolo... y reconciliándome.